Se arrodilló, se revolcó, tuvo ganas de llorar —o lo pareció— y salió de la gran pista de la tierra del tenis con los antebrazos llenos de arcilla como el estudiante travieso tras un recreo. Ese espíritu es el que aún conserva Rafa Nadal, mito con sus seis títulos, joven en edad, 25 años, y en ilusiones, que se lanza a hablar en francés en agredicimiento a un club que ha edificado su leyenda, aunque ayer, una vez más, se puso a favor de su rival.
Tardó una hora en acudir a confesarse porque fuera de los focos quiso inmortalizarse antes con la Copa de los Mosqueteros con cada uno de los miembros de su grupo, un ritual que siempre hace el número 1. Para entonces, el ingenio ya había hecho circular todo tipo de titulares grandilocuentes sobre su conquista. “Después de Borg, el Cyborg”, se leía en Francia. “Sigue siendo el rey”, era lo más manido en medio mundo para referirse al hexacampeón. “Es increíble. No me podía haber imaginado jamás poder igualar a Borg”, dijo Rafa.
Se le veía cansado después de correr “de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Me gusta ver cuánto puede resistir”, había admitido Roger Federer antes para explicar su estrategia. Rafa había soportado el ataque en cuatro envites. Si hubiera necesitado cinco, ahí habría estado Rafa, siempre jubiloso cuanto más difícil es la empresa.
Precisamente, Nadal reconocía que la victoria le había dado una mayor satisfacción que la última vez que se había cruzado con Roger Federer en la final de 2008. “Entonces estaba jugando el mejor tenis, pero ahora lo saboreas más porque empecé mal el torneo, con desconfianza por las cuatro derrotas en finales con Djokovic, y me superé. La final se me complicó en el tercer set y la clave estuvo en remontar el 0-40 de salida. Cuando tienes delante a alguien que te está jugando así sólo te deja esperar a que falle”, apuntaba el campeón.
Su mutuo respeto —“él está encantado de ser Rafa y yo de ser Roger”, decía Federer— volvió a aflorar: “Ganar la final contra uno de los mejores jugadores de la historia es fantástico, uno de mis sueños más bonitos”.
Nadal había llegado hasta los 10 Grand Slam, una cifra a la que sólo han tenido acceso Federer, Sampras, Rosewall, Borg, Laver y Tilden. En este sentido, Rafa, que nunca ha tenido ambiciones históricas, reconocía que no se planteaba “ser el mejor tenista de la historia, pero estoy satisfecho de estar en el grupo de esos privilegiados porque, no hay que engañarse, sé que estoy ahí”.
Rafa empató ayer las seis coronas de un mito como Borg. “Es un honor igualar la marca del sueco, pero al final lo que realmente me importa es el trofeo que acabo de levantar. De igual forma digo que lo lógico es que Djokovic sea número 1 en Wimbledon porque se lo merece. Para mí, cada partido va a ser un match point en contra”, confesaba.
“He ido de menos a más en el torneo. Pero cuando llegó el partido con Söderling en cuartos, me volví a encontrar bien. Si no hubiese jugado aquel partido bien, me hubiera ido para casa”, recordaba. Por eso, al igual que su tío Toni, no dudó en reconocer que había sido de los seis “el más difícil de conseguir”.
Luego, París se hizo de noche. Con un coctail para sus amigos en el restaurante Arc, próximo a los Campos Eliseos, celebró por sexta vez una victoria en Roland Garros. Y da la sensación de que no será la última.
Fuente: Marca
Este chaval encarna en sí mismo a la perfección los valores que el deporte ha querido y quiere transmitir a la sociedad: Entrega,lucha,esfuerzo, superación personal, amistad y un largo etcétera. ¡Enhorabuena al campeón!
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con tu comentario José Carlos, un ejemplo de humildad. Siendo así, da gusto verle ganar, y lo bueno es que le queda tenis para rato. Un abrazo
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